Popper sobre Hegel
"Lo que denominamos principio, objetivo o destino, no es sino la esencia oculta sin desarrollar. Esto significa que todo lo que le ocurre a un hombre, una nación o un estado, debe considerarse proveniente de la esencia, de la cosa real, de la personalidad real que se pone de manifiesto en este hombre, nación o estado, lo cual lo explica por sí mismo. El destino de un hombre se halla inmediatamente relacionado con su propio ser" (molt perspicaç!), es algo, en verdad, contra lo cual puede luchar pero que forma parte, de hecho, de su propia vida".
Claro está que esta formulación de la teoria hegeliana del destino sólo se trata de una expresión retumbante de la perogrullada de que lo que le ocurre a un hombre no sólo depende de las circunstancias externas, sino también de él mismo, esto es, de la forma en que reacciona ante ellas. Pero al lector ingenuo le complace en extremo su capacidad para comprender y sentir la verdad de éstas profundidades de la sabiduría que exigen para su formulación la ayuda de palabras tan emocionantes como el "destino" y, especialmente "su propio ser".
"Aquello que existe sólo por sí mismo es...una mera potencialidad: no ha emergido todavía a la existencia...sólo mediante la actividad se actualiza la Idea".
De este modo, si deseo "emerger a la existencia" (deseo bien modesto por cierto), entonces debo "afirmar mi personalidad".
Esta teoría conduce a una nueva justificación de la esclavitud. Pues la afirmación del propio ser significa, en lo que a las relaciones con los demás se refiere, la tentativa de dominarlos. Hegel señala que todas las relaciones personales pueden reducirse, de este modo, a la relación fundamental de amo y esclavo, de dominación y sometimiento. Esta encantadora teoría de las relaciones personales tiene su contraparte, por supuesto, en la teoría hegeliana de las relaciones internacionales. Las naciones deben afirmar sus derechos sobre la Escena de la Historia y es su deber intentar la dominación del mundo.
Todas estas consecuencias historicistas de tan vasto alcance durmieron durante más de veinte siglos, "ocultas y latentes" en el esencialismo de Aristóteles.
Claro está que esta formulación de la teoria hegeliana del destino sólo se trata de una expresión retumbante de la perogrullada de que lo que le ocurre a un hombre no sólo depende de las circunstancias externas, sino también de él mismo, esto es, de la forma en que reacciona ante ellas. Pero al lector ingenuo le complace en extremo su capacidad para comprender y sentir la verdad de éstas profundidades de la sabiduría que exigen para su formulación la ayuda de palabras tan emocionantes como el "destino" y, especialmente "su propio ser".
"Aquello que existe sólo por sí mismo es...una mera potencialidad: no ha emergido todavía a la existencia...sólo mediante la actividad se actualiza la Idea".
De este modo, si deseo "emerger a la existencia" (deseo bien modesto por cierto), entonces debo "afirmar mi personalidad".
Esta teoría conduce a una nueva justificación de la esclavitud. Pues la afirmación del propio ser significa, en lo que a las relaciones con los demás se refiere, la tentativa de dominarlos. Hegel señala que todas las relaciones personales pueden reducirse, de este modo, a la relación fundamental de amo y esclavo, de dominación y sometimiento. Esta encantadora teoría de las relaciones personales tiene su contraparte, por supuesto, en la teoría hegeliana de las relaciones internacionales. Las naciones deben afirmar sus derechos sobre la Escena de la Historia y es su deber intentar la dominación del mundo.
Todas estas consecuencias historicistas de tan vasto alcance durmieron durante más de veinte siglos, "ocultas y latentes" en el esencialismo de Aristóteles.
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